Homenaje a Hiroshi Hara en Uruguay

HIROSHI HARA EN URUGUAY

El inicio

En 1997 el Grupo de Viaje de Arquitectura Generación 91, de la Facultad de Arquitectura, Universidad de la República, decidió financiar, como parte de su donación, la organización del primer seminario de proyecto urbano de la Facultad. El Equipo Docente Director del Grupo de Viaje, integrado entonces por docentes del Taller Otero, sugirió incluir a un arquitecto japonés entre los directores de los talleres. Fue Diego Capandeguy, con su extenso conocimiento de la arquitectura japonesa contemporánea, quien sugirió el nombre de Hiroshi Hara.

En aquellos tiempos parecía imposible que un arquitecto japonés –que había ganado premios por el Umeda Sky Building, estaba construyendo la Estación de Kioto, y acababa de ganar el concurso del Sapporo Dome, un estadio con cancha de césped natural que sacaba la cancha a tomar sol–, tuviera interés en viajar al otro lado del mundo a enseñar algo de sus teorías a un grupo de estudiantes uruguayos. Sin embargo, se consiguieron los contactos, Hara aceptó y en marzo de 1998 estuvo presente en el primer Seminario Montevideo, dirigiendo un taller, y ofreciendo una conferencia.

Lo que nadie imaginó, fue Hara vendría con una idea definida: desarrollar un Master Plan para Montevideo, en el que seguiría trabajando los siguientes 5 años.

Los Seminarios (1998-2003)

En los proyectos de los seis seminarios Hara nos introdujo a sus teorías: la Modalidad del Espacio y la Ciudad Discreta. Los proyectos fueron tanto la aplicación como la verificación de esos conceptos, y sus conferencias complementaron el soporte teórico del trabajo del taller.

Las técnicas utilizadas para presentar los proyectos fueron cada vez más originales, incluyendo un cortometraje (2002) que simbolizó la puja entre operadores en el territorio, y un fashion show (2003) que representó los distintos dispositivos que permiten la conectabilidad y la separabilidad de los individuos en la Ciudad Discreta.

Hara incluyó los proyectos de los seminarios en sus distintas publicaciones y exposiciones, mostrando la importancia que tuvieron en el conjunto de su obra. Además, para cada libro editado, y cada exposición producida, Hara contó con la colaboración de integrantes de los seminarios, aportando desde la generación de imágenes específicas, hasta la traducción de los textos al español.

Hiroshi

La idiosincrasia rioplatense contrasta con la japonesa en cuanto a la formalidad del modo de dirigirse a las personas. Hara-sensei (Maestro Hara) o Hara-San (Señor Hara), fue siempre para nosotros, simplemente Hiroshi. Esa informalidad, que podría haberle resultado ofensiva, la tomó como algo divertido de nuestra cultura. Entendió que llamarlo Hiroshi no quita el respeto al Maestro, y nos dio el privilegio de ese trato igualitario.

A pesar del ritmo intenso y las jornadas extensas de los seminarios, Hiroshi se aseguró de que todos almorzaran, haciendo él mismo las compras (acompañado de algún participante del taller), preparando el almuerzo, e invitando a cada uno para que dejara de trabajar unos minutos y lo acompañara a almorzar. Esa pausa permitía intercalar conversaciones sobre temas más personales o filosóficos, entre enseñanzas de arquitectura.

Al final de cada día, Hiroshi pasaba un par de horas por su hotel, mientras concurríamos a las conferencias de los demás invitados extranjeros del seminario, para luego volver a reunirnos en algún boliche montevideano donde, entre copas y humo de cigarrillos mentolados, surgían debates profundos que pasaban por temas como el humanismo, la linealidad del tiempo, el futuro de la humanidad, arte, o costumbres y realidades del Japón, desconocidas para nosotros. Recién avanzada la madrugada íbamos a descansar unas horas, para volver al taller.

Todos los años se repitió esa rutina. Participar del Taller Hara implicaba una dedicación total durante esas dos semanas de gran agotamiento, y gran satisfacción. Pero ese agotamiento acompañaba el afianzamiento de un vínculo que fue más allá del de profesor-estudiante. Esporádicamente recibíamos algún correo postal con distintas publicaciones dedicadas y autografiadas. Si sonaba el teléfono antes de las 7 de la mañana, seguramente fuera Hiroshi, preguntando cómo estábamos, y compartiendo alguna noticia, como algún concurso ganado, una próxima obra, o un libro en el que estuviera trabajando.

Casa Experimental Montevideo (2003)

Para el año 2002, la idea de la Ciudad Discreta estaba totalmente formada. Convencido de que en América Latina estaban dadas las condiciones para que la Ciudad discreta se hiciera realidad, Hiroshi había decidido construir un primer prototipo de vivienda experimental, destinada a esa ciudad, y pensada para la autoconstrucción, con materiales locales. Los vínculos construidos durante los seminarios le permitieron formar un equipo que lo acompañara en esa aventura. Así fue que a principio de 2003 se formó «Hiroshi Hara Equipo 2003», que haría realidad la Casa Experimental Montevideo.

Al equipo se sumaron, durante los dos meses de construcción, tres estudiantes de la Universidad de Tokio. Hiroshi vendría personalmente los últimos días de la obra, a tiempo para supervisar los últimos detalles, e inaugurar la Casa.

Hiroshi nunca quiso usar el email, prefería escribir de puño y letra lo que quisiera transmitir y enviarlo por fax o correo postal, o directamente llamar por teléfono. Cada fax o envío recibido traía consigo la emoción de descubrir nuevas enseñanzas del Maestro, dibujos y esquemas a mano alzada, explicaciones de todo tipo. En esos escritos estaba toda la personalidad de Hiroshi. Leer uno de esos mensajes era casi como escuchar su voz, con su particular inglés y verlo, con sus pausas y sus gestos.

A la Casa Experimental Montevideo le siguieron la Casa Experimental Córdoba (Argentina, 2005), la Casa Experimental Porto Alegre (que no llegó a construirse), y la Casa Experimental La Paz (Bolivia, 2010). Para cada una se armó un equipo de estudiantes y docentes, siempre con el apoyo del equipo de Montevideo, tanto a distancia, como presencial, y con la participación de estudiantes japoneses.

Formar parte del equipo de una Casa Experimental representó la experiencia más completa que un estudiante de arquitectura podría tener: trabajar en un estudio internacional, hacer tareas de gestión, trámites, finanzas, control de materiales, coordinación de los tiempos de obra, difusión, hasta hacer nosotros mismos las aberturas de aluminio o de madera, mezclar el hormigón de las fundaciones, o levantar muros de bloques.

Las experiencias de las casas experimentales están registradas como parte fundamental de su obra, en los tres libros que Hiroshi escribió desde 2004, y su equipo siguió colaborando con él para cada uno de sus libros e investigaciones. Su fe en que Latinoamérica estaban dadas las condiciones para que la Ciudad Discreta se hiciera realidad se mantuvo intacta hasta el final.

Hara logró mucho más que un equipo de trabajo para concretar su proyecto; fue un maestro extraordinario, tremendamente generoso con su saber, humanamente cálido, que cuidó a los suyos, supo ver el potencial y las capacidades de cada uno de nosotros, y depositó en nosotros su confianza para que lo acompañáramos en la realización de la teoría que elaboró durante más de 30 años.

Los grupos de viaje

La generación 91 del Grupo de Viaje de Arquitectura arrancó su viaje a pocos días de terminar el primer Seminario Montevideo en 1998.

Para cuando viajó la generación 92, en 1999, la visita al Atelier Φ de Hiroshi Hara ya estaba incluida entre las becas de Japón. Esa primera visita incluyó el estudio (obra de Hiroshi), un recorrido por algunas de sus obras en la zona, y el Instituto de Ciencia Industrial de la Universidad de Tokio, finalizando en la Casa Hara, donde Hiroshi los esperaba con una parrilla improvisada en el jardín trasero, entre la casa de su hija (también obra suya) y árboles altísimos. Entre sake, té verde, cerveza, salchichas y vegetales asados, los recibió como amigos de toda la vida, como si fuera una salida más de las noches de seminarios. Incluso los acompañó hasta la estación, y se aseguró de que no perdieran el último tren de la noche, que los llevaría al hotel en el centro de Tokio.

Desde entonces, y hasta hace pocos años, la visita al estudio de Hiroshi Hara fue una tradición casi obligatoria, y con un lugar destacado entre los momentos memorables del viaje de los estudiantes uruguayos, acumulando anécdotas que recalcan la humildad, hospitalidad y la alegría con que ese gran Maestro recibía como amigos, y en su propia casa, a estudiantes del otro lado del mundo.

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