Homenaje a Hiroshi Hara en Uruguay
Siendo parte de la Generación 95 de El Viaje, fui seleccionado para la beca Hiroshi Hara, la cual consistía en realizar una visita a su estudio. Viajamos en el 2002 y el Sapporo Dome era la sensación mundial. La expectativa, por encontrarse con el arquitecto que lo había diseñado, así como otras tantas obras como el Umeda y la estación de Kyoto, era muy grande.
Al llegar al estudio nos dijeron que Hara no estaba porque estaba ocupado en otras tareas, algo que me desilusionó bastante. Estuvimos un tiempo en el estudio y luego, un colaborador nos llevó de visita a la Universidad de Tokio, en donde se estaban finalizando las obras. Al finalizar la visita, nos dijo que nos llevaría a la casa de Hiroshi, donde nos estaba esperando. Fue una gran sorpresa, no sabíamos el itinerario de antemano.
Cuando llegamos a la casa, entramos en medio de dos construcciones, la casa a la derecha y el estudio particular a la izquierda. Estaba algo oscuro el lugar, ya era de noche y había poca iluminación artificial. En cuclillas, al lado de una pequeña parrilla improvisada en el piso, se encontraba una persona. “¿Ese es Hiroshi Hara?” Le pregunté a unos de mis compañeros. “Noooo, cómo va a ser, debe ser uno parecido”, fue su respuesta. Se paró y efectivamente era Hiroshi Hara. Nos saludó a cada uno de nosotros y volvió a su posición al lado de la parrilla.
Unos minutos después, apareció en escena una mujer, que nunca supe quién era. Él le habló en japonés y ella asintió. Esa mujer se fue y cuando volvió traía consigo una bandeja de carne. No puedo decir qué es lo que trajo primero porque ya ha pasado mucho tiempo y ella hizo varios viajes y siempre con algo distinto. Cada viaje traía la cantidad justa para llenar la pequeña parrilla. Hiroshi acomodaba las piezas de carne en la parrilla y las asaba él mismo.
Era increíble, el arquitecto que estaba en boca de todo el mundo por realizar el Sapporo Dome, el arquitecto del cual hablaban personas vinculadas a la arquitectura, pero principalmente mucha gente que no estaba vinculada, ese arquitecto nos estaba haciendo la comida. En cuclillas, al lado de una parrilla puesta en el piso, dando vuelta la carne con unos palitos… ¿chinos?
Le traían la carne, él la asaba y nos servía con los palitos. Pero había reglas, teníamos que comer con palitos nosotros también, Cuando venía a Uruguay a él lo hacían comer con cuchillo y tenedor, nosotros en Japón debíamos comer con palitos. A algunos se nos complicó al principio pero quién le iba a decir que no a Hiroshi Hara, más cuando nos lo dijo tan categóricamente. Comentario aparte, yo seguí comiendo con palitos durante mi recorrido por toda la parte asiática que tiene esa costumbre.
La noche transcurrió en torno a la parrilla, aunque en realidad, en torno al Maestro. Fue una charla muy amena, con una persona diferente a la que había pensado conocer. Una persona que me imaginé podría ser distante, estaba ahí sin mayores lujos, sin necesidad de demostrar glamour.
Luego de varias horas llegó el momento de partir. Nos acompañó hasta la estación de tren. Aprovechó que nos acompañaba hasta la estación para pasear a su perro. Era un animal enorme, no sé qué raza era pero era muy grande. Fue con nosotros hasta la estación, un poco a su ritmo y otro poco al ritmo del perro. Allí esperaron con nosotros hasta que llegara el tren.
Nos subimos al tren y dejamos atrás un momento único. Habíamos estado con una persona que a pesar de los logros y de ser el arquitecto del momento era una persona sencilla. Un ser sencillo pero grandioso a la vez, como sus edificios.